miércoles, 8 de agosto de 2007

¿por qué me gusta tanto? - Presentación en Último Infierno

Nuestras propias inquisiciones





Buenas noches.
En primer lugar agradecer la invitación de APOA en el nombre de Cayetano Zemborain por el espacio en este ciclo para presentar el libro de Nilda Barba, ¿por qué me gusta tanto?
El trabajo de editor brinda la posibilidad de conocer las obras previamente a los ojos lectores – que son los principales destinatarios, más allá de la crítica y la academia – y preparar de la mejor manera los textos para que el objeto libro también sea atractivo.
El trabajo de editor, como lo he encarado, permite tener un acercamiento a la obra y sugerir correcciones, procurar la permanente participación del autor en todos los detalles, y lograr así la plena satisfacción del escritor con su libro.
En este caso el libro como objeto es un motivo de orgullo para la Editorial, ya que es casi tan bello como los poemas de Nilda, y los acompaña. Un formato poco habitual lo destaca en la biblioteca, su diseño interior es también original y la tipografía es suave y agradable al ojo. Las fotografías que actúan como separadores en cada capítulo, van en el mismo sentido que los textos conformando una obra integral. Los fotogramas de Ioana Menéndez tienen en sí mismas una carga de poesía visual tal, que los poemas encuentran en ellos otra forma más de decir y preguntar.
¿por qué me gusta tanto? es un libro sensacional, en el lato sentido de la palabra. Procura transmitir mediante imágenes claras y un lenguaje muy cuidado, las distintas etapas de la vida, y logra conmover la fibra íntima, esa que nos permite sentir cuándo se está frente a la verdadera poesía.
El ritmo, su musicalidad, su tono son propios de quien ha encontrado su palabra, su voz, y en ella y desde ella, Nilda Barba crece con comodidad, dice con claridad y pregunta con sinceridad.
Los poemas preguntan, no ya para obtener una respuesta, sino para generar en quien se asoma al libro una invitación a recrear las preguntas, a ubicarlas en otro plano, a repreguntarse sobre estas inquisiciones y hacerlas propias.
Nuestras propias inquisiciones son ese motor que nos lleva a escribir.
No hace mucho tiempo me preguntaban sobre la utilidad de la poesía en el tercer milenio. La pregunta lleva en sí misma una revisión de la palabra servir por un lado, y por el otro obliga a pensar en por qué escribir y leer poesía en este comienzo de siglo. Y también por qué hacerlo antes, en el siglo pasado o en los anteriores.
Servir es valer, ser útil para un determinado fin – el valor de la poesía, su utilidad y esta ¿en qué sentido? ¿para qué es útil? Un destornillador es útil, pero si tengo que quitar un clavo de una tabla, seguramente me va a resultar inútil -. Servir también es poner la pelota en juego, y es quizás dable pensar en esta última definición. “El juego en que andamos”, dice bien Juan Gelman. Esta posibilidad de “andar en juego”, de servir la palabra para su devolución y que ese ida y vuelta permita el juego, para ganar claro, aún cuando no esté bien definido quien vence y en todo caso, ¿a quién le importa?
También pensaba en aquello que Roland Barthes sentenciaba a modo de definición, de descripción y quizás de sino: los escritores eternamente estarán tratando de responder a dos preguntas claves: ¿Por qué te amo? ¿Por qué le tengo miedo a la muerte?
Y entonces si todos los temas condujeran a responder estas dos inquisiciones, si todas las palabras conformaran las flechas, el arco, el blanco e incluso la tensión de la cuerda y la decisión tras haber apuntado para responder aquellas preguntas barthesianas, no podemos dejar de pensar en que claramente aquello de servir en este siglo, en el anterior y en cada uno de los milenios que nos precedieron se responde solito y sin mas ayuda.
Creo firmemente que la poesía está más cerca de la filosofía y, dentro de esta, de la ontología que de la literatura, en un sitial de fundamental importancia a la hora de indagar – sobre todo – en la segunda de aquellas preguntas de Barthes.
Y entonces, a la pregunta inicial, debemos decir que sí, que hasta tanto no tengamos las respuestas estamos obligados a seguir buscándolas, y de qué mejor manera que hacerlo a través de cada una de las poéticas que nos habitan y nos habitarán, conformando la propia. La mejor manera de servir a estos fines humanos de indudable trascendencia, es a través de la poesía. En ese juego andamos aquellos que vivimos con la esperanza, los que soñamos despiertos, mientras el mundo parece intentar que el ser humano deje de serlo, cambie su condición para deshumanizarse y simplemente estar.
Son nuestras propias inquisiciones entonces las que viven en ¿por qué me gusta tanto? Los invito a conocerlas, a disfrutarlas y sobre todo a vivirlas en la belleza tan presente en el libro de Nilda Barba.
Muchas gracias.




por Rubén Eduardo Gómez