lunes, 12 de abril de 2010

"doctora jekyll y señora hyde" de Nilda Barba - por Leonardo Martínez

(texto leído durante la presentación del libro "doctora jekyll y señora hyde" de Nilda Barba, en el Centro Cultural Recoleta, el 5 de abril de 2010)

El título del libro de Nilda Barba, nos tienta a hacer una lectura sicológica del contenido, a meternos en los vericuetos del alma humana, a medir humores y reacciones imposibles de controlar, quizás a pensar que el lenguaje es un atavío sujeto a pulsiones caprichosas.
Sin embargo, qué lejos de la apreciación estética estaría una interpretación semejante.
A la poesía, al arte en general, no le interesan, salvo como curiosidades parásitas, los análisis sicológicos, las biografías del alma, los disparadores históricos o los cimientos metafísicos que, de manera explícita o tácita, sin embargo, están presentes en toda elaboración y que a veces se manifiestan abiertamente en tal o cual obra.
Porque la poesía y el arte en general, nos introducen a un espacio que reúne todos los espacios y que conjuga todos los tiempos. Que roza con lo sagrado y que utiliza las estructuras del mito. Que se remonta al fluir atemporal del incosnsciente y a su entronque con lo primordial.
En este sentido y despojados de intencionalidades y prejuicios, debemos leer poesía.
Lo anotado hasta ahora, surgió leyendo doctora jekyll y señora hyde, donde Nilda Barba logra, simbólicamente, recrear un mundo originario. La infancia es el motivo y la infancia es el poema. Escucha su voz interna, el lenguaje de las profundidades, eco anterior al orden de los mayores para ponernos en comunicación estrecha con todo aquello enraizado en nosotros, conduciéndonos al territorio sin pecado, a la tierra sin mal, hoy devastada, carcomida. Dice, tierra oxidada / bajo los pies el pan de ayer / hunden la pala / desde los yuyos / los días / los días
Paso veloz del hoy inexorable al sitio donde, dice, la pequeña ensaya el salto fuera del tiempo.
Las imágenes que recorren doctora jekyll y señora hyde, son imágenes bienhechoras, sanadoras, ensalmos para mirar la vida del alma. Imágenes eficaces que nos incitan a pensar en embriones congelados a la espera de una restauración definitiva, a datos velados por el olvido, guardados, que aflorarán en el poema.
Entonces, la restauración no será definitiva, lo sabe Nilda. Sabe Nilda que es nada más que un simulacro, simulacro que nos ayudará (es un deseo), a reparar las heridas del tiempo: signos de esa eternidad a la cual la poeta interpela constante, en cada uno de sus versos.
Si bien la dualidad jekyll-hyde (pureza-perversión)fundamentan el poema, así como las conflictivas relaciones familiares, debemos pensar que la verdad más alta, plena, universal, está en el juego especular de los contrarios. Y que la poesía, simbólicamente, es el reflejo de ese juego especular, vuelta camino de descenso a las aguas abisales.
A la poeta, andar este camino de descenso, la lleva a una catarsis saludable que al lector no interesa. Al lector le importa el nuevo mundo construido y su andamiaje de palabras e imágenes.
Nilda Barba recurre, con mucho acierto, para la composición de sus poemas al lenguaje coloquial directo, familiar, y lo despliega, humildemente, como plegaria escondida. Pero sin dejar de hacernos partícipes que todo lo que nos rodea es verdad a medias. Esta actitud crítica, tácita, es la raíz del libro, nacido de una introspección honda y responsable. Vertido con la frescura de un lenguaje que se acerca a la fuente que lo origina. Porque el niño/a, ambiguo, indiferenciado, fuera de cualquier encasillamiento moral, es el manantial que alimenta a la poeta.
En este aspecto, las categorías bien / mal, son lugares abstractos que rigen el espacio de los adultos y es desde el espacio de los adultos desde donde Nilda nos transfiere sus vivencias. Una Nilda sin culpa, sin condena, pero sin absolución.
Podría, para concluir, citar un fragmento de uno de los Cantos espirituales de Novalis, que en versos simples y bellos canta a la Virgen María, símbolo cristiano que representa a la fuerza femenina que rige al cosmos y al inconsciente colectivo. Dice:

¡Oh! ¡quítame la carga de los años!
¡haz que yo siga siendo tu pequeño!
Desde la edad de oro he conservado
la fe infantil, mi tierno amor de niño.


Esa remisión a la edad de oro, estadio en que la plenitud del ser se manifiesta, es lo notable en la poesía de Nilda Barba, sobre todo en este libro compacto, unitario y comprometido con la verdad.


Leonardo Martínez, nació en Catamarca, fue docente en Audioperceptiva y Piano en la Universidad de Tucumán. Ha publicado diez libros entre los que podemos nombrar: El señor de Autigasta (1994), Estricta ceniza (2005) y Las tierras naturales (2007).

2 comentarios:

mercedes saenz dijo...

Va un mail aparte querida Nilda. No pude estar en tu presentación pero gracias a vos tengo el libro que presentaste.
Sencillamente maravilloso.
Todo tu perfil de poeta crece día a día.
Bellísimos.
Un fuerte abrazo a vos y a Rubén.
Merci

Antonia dijo...

El arte escapa a las cláusulas del tiempo.Hace días lei doctora jekyll y señora hide ahora encuentro el análisis de Leonardo Martínez que enriquece la lectura de tan bello libro.